El Padre Nuestro es el más importante de todos los documentos cristianos. El Padre Nuestro es una fórmula compacta para el desarrollo del alma. Está diseñada con el mayor cuidado para ese propósito en particular, de manera que aquellos que la usen regularmente con entendimiento, experimentarán un verdadero cambio en el alma. La mera adquisición de conocimiento fresco recibido intelectualmente no cambia el alma en lo absoluto.
PADRE NUESTRO: noten que estas palabras que establecen la naturaleza de Dios, al mismo tiempo describen la naturaleza del hombre. Es una Ley Cósmica que “cada cual engendra su igual”. No es posible que un rosal produzca lirios, o que una vaca pueda parir un potrillo. La prole es - y tiene que ser - de la misma naturaleza que el padre; y puesto que Dios es Espíritu Divino, el hombre esencialmente ha de ser Espíritu Divino también, a pesar de lo que de contrario puedan decir las apariencias.
Esta enseñanza de Jesús con un solo golpe ha barrido con el 99% de toda la teología con su Dios vengador, sus individuos escogidos y favorecidos, su fuego eterno del infierno, y toda la otra parafernalia abominable de la imaginación enferma y terrorífica del hombre. Dios existe - y el Dios Eterno, Todopoderoso y Omnipresente es el Padre amoroso de la humanidad. “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó.” (Génesis 1:27).
QUE ESTÁS EN EL CIELO: habiendo establecido claramente la paternidad de Dios y la hermandad del hombre, Jesús procede entonces a explayarse sobre la naturaleza de Dios, y a describir los hechos fundamentales de la existencia. La naturaleza de Dios es estar en el cielo, y la del hombre, estar en la tierra, ya que Dios es la Causa y el hombre, la manifestación. Aquí, la palabra “cielo” quiere decir Dios o Causa, porque en la fraseología religiosa “cielo” es el término que se le adjudica a la Presencia de Dios. La palabra “tierra” significa manifestación, y la función del hombre es manifestar o expresar a Dios, o Causa. Dicho de otra manera, Dios es la Causa Infinita y Perfecta de todas las cosas; pero la Causa tiene que ser expresada, y Dios se expresa a Si mismo por conducto del hombre. El destino del hombre es expresar a Dios en toda clase de gloriosas y bellas maneras. “Expresar” quiere decir presionar hacia fuera, o traer a la vista aquello que existe implícitamente. Todo rasgo de tu vida es en realidad una manifestación o expresión de algo en tu alma.
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE: si analizamos la etimología de la palabra “santificar”, nos encontraremos con un hecho muy interesante y significativo. Dicha palabra tiene la misma raíz que “santo”, “entero”, “integral”, “sanación” o “sanado”, de forma que la naturaleza de Dios es completa y perfecta, absolutamente buena. De este hecho se derivan algunas consecuencias muy notables. Si un efecto ha de ser de la misma naturaleza que su causa, y la naturaleza de Dios es santificada, todo lo que se desprenda de dicha Causa también ha de ser santificado o perfecto. Dios no puede - como alguna gente piensa - enviar enfermedad o problemas o accidentes - y mucho menos la muerte -, ya que estas cosas son opuestas a Su naturaleza. “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio.” (Habacuc 1:13).
VENGA TU REINO: al ser el hombre manifestación o expresión de Dios, tiene ante sí un destino ilimitado. Su trabajo consiste en expresar en forma concreta y definida las ideas abstractas que Dios le suministra; y a fin de hacer esto, tiene el poder creativo. Si no lo tuviera, sería meramente una máquina a través de la cual trabajaría Dios - un autómata. Pero el hombre, al tener la naturaleza de su padre, sigue siendo un creador. Observa que la palabra “individual” significa indiviso. La conciencia del hombre no está separada de la de Dios.
“Venga a nosotros Tu reino” quiere decir que es nuestro deber traer más y más de las ideas de Dios a su manifestación concreta en este plano. Para eso estamos aquí. El viejo refrán que dice: “Dios tiene un plan para cada hombre, y tiene uno para ti” es totalmente correcto.
Si tan sólo hicieras lo que Dios pretende que hagas, encontrarías que todas las puertas se te abrirían y serías gloriosamente feliz. En la vida todos tenemos nuestro respectivo Lugar Verdadero en el que podemos traer a la manifestación el Reino de Dios, y decir en verdad “Venga a nosotros Tu reino”.
HÁGASE TU VOLUNTAD: demasiadas son las veces que escogemos utilizar nuestro libre albedrío de manera negativa. Nos permitimos pensar equivocadamente, egoístamente, y este pensar equivocado hace recaer problemas sobre nosotros.
En vez de entender que nuestra naturaleza esencial es la de expresar a Dios, de encargarnos de los asuntos del Padre, tratamos de establecernos por cuenta propia. Abusamos de nuestro libre albedrío, tratando de trabajar separados de Dios; y el mero resultado natural de esto es la enfermedad, pobreza, pecado, problemas y muerte con que nos encontramos en el plano físico. Ni siquiera por un momento debemos tratar de vivir por cuenta propia, o de hacer planes o arreglos sin hacer referencia a Dios, o suponer que podemos ser felices y exitosos si buscamos otro fin que no sea el de hacer Su Voluntad.
EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA: en vista de que somos los hijos de un Padre amoroso, tenemos derecho a esperar que Dios nos proveerá a plenitud de todo lo que necesitamos. Si así lo pedimos con fe y entendimiento, nunca nos veremos defraudados.
Es la Voluntad de Dios que todos vivamos vidas saludables y felices, llenos de experiencias gozosas; que nos desarrollemos libre y continuamente. Para este propósito, requerimos cosas tales como alimento, vestido, refugio, medios de transporte, libros, etc.; y, por encima de todo, requerimos libertad. En el Padre Nuestro todas estas cosas están incluidas bajo el título de “pan”, y no se refiere meramente al alimento en general, sino a todo aquello que el hombre requiera para una vida saludable, feliz, libre y armoniosa. Pero a fin de obtener estas cosas, tenemos que demandarlas, y tenemos que reconocer a Dios (y sólo Dios) como la fuente y manantial de todo nuestro bien. La carencia siempre tiene su origen en el hecho de que hemos estado buscando nuestro suministro en una fuente secundaria en vez de acudir a Dios en persona, el autor y dador de vida.
La gente piensa que su provisión viene de ciertas inversiones, o de un negocio, o de un empleo; mientras que en realidad estos son meramente los canales a través de los cuales llega, siendo Dios la Fuente. Es seguro que cambie el canal en particular a través del cual estás recibiendo tu suministro, ya que el cambio es la Ley Cósmica de la manifestación. El estancamiento es, de hecho, la muerte; pero siempre y cuando caigas en la cuenta de que la Fuente de tu suministro es el Espíritu Uno e inmutable, todo estará bien. La desaparición de un canal no será más que la señal para que otro se abra.
DEMANDANDO NUESTRO PAN DE CADA DÍA: el error común, por supuesto, es suponer que un reconocimiento formal de Dios es suficiente, o que hablar de cosas divinas es lo mismo que tenerlas; pero esto es exactamente lo mismo que suponer que mirar una bandeja de comida, o discutir la composición química de diversos alimentos, es lo mismo que sentarse a comer en sí. Este es el error por el que, a veces, la gente ora pidiendo algo durante años sin lograr ningún resultado tangible. Si la oración es una fuerza, es imposible orar sin que algo pase. Ora regular y tranquilamente (recuerda que en todo trabajo mental, el esfuerzo o presión se derrota a sí mismo); luego, cuando menos lo esperes llegará la realización.
PERDÓNANOS NUESTRAS OFENSAS: esta cláusula es el punto clave del Padre Nuestro. Es la clave estratégica para todo el tratamiento. Habiéndonos dicho lo que Dios es, lo que el hombre es, cómo trabaja el universo, cómo debemos realizar nuestra labor, cuál es nuestro verdadero alimento o suministro, así como la forma en que podemos obtenerlo, llega entonces al perdón de los pecados.
El perdón de pecados es el problema central de la vida. El pecado es un sentido de separación de Dios, y es la mayor tragedia de la experiencia humana. Está, por supuesto, enraizado en el egoísmo. Es esencialmente un intento de lograr algún supuesto bien al que uno no tiene justo derecho. Es un sentido de existencia personal aislada y egocéntrica, mientras que la Verdad del Ser es que todo es Uno. Nuestros verdaderos seres son Uno con Dios, indivisos de Él, expresando Sus ideas, atestiguando Su naturaleza. En vista de que todos somos uno con el Gran Todo del cual espiritualmente somos parte, resulta que somos uno con todos los hombres.
El mal, el pecado, la caída del hombre, de hecho son en esencia intentos de negar esta Verdad. Tratamos de vivir separados de Dios. Tratamos de actuar como si pudiéramos tener planes y propósitos e intereses distintos a los de Él. Si todo esto fuera verdad, significaría que la existencia no es una y armoniosa, sino un caos de competencia y lucha. Pero, por supuesto, esto no es verdad, y en ello estriba el gozo de la vida.
ASÍ COMO NOSOTROS PERDONAMOS: a medida que repetimos, de forma inteligente, la Gran Oración es como si nos levantaran por los pies y nos agarran con unas pinzas, de manera que no nos queda más remedio que encarar este problema de estar separados de Dios. Tenemos que perdonar a todo el mundo.
Noten que Jesús no dice, “perdóname por mis ofensas y yo perdonaré a otros”. Nos obliga a declarar que ya hemos perdonado de hecho, y hace que nuestra demanda por perdón dependa de eso. No creo que haya nadie tan loco como para tratar de esforzarse en buscar el Reino de Dios sin desear ser relevado de su propio sentimiento de culpa. Estamos atrapados en una posición por la que no podemos pedir nuestra propia liberación, sin antes haber liberado a nuestro hermano. “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos.” (Salmo 139:23).
DEMOSTRANDO EL PERDÓN: “Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos.” (Lucas 6:31). El perdón de los demás es el umbral del Cielo. Tienes que deshacerte de todo resentimiento y condenación de otros, e igualmente de toda auto-condenación y remordimiento. Tienes que perdonarte a ti mismo pero no podrás hacerlo hasta que no hayas perdonado a los demás primero.
Por supuesto, nada en el mundo sería más fácil que perdonar a las personas que no nos han hecho mucho daño. Pero la Ley del Ser requiere de nosotros que perdonemos no solamente estas pequeñas ofensas, sino justamente las que nos son más difíciles de perdonar, y que al principio parece imposible hacerlo. Pero el Padre Nuestro hace que nuestra propia liberación de culpa y limitación dependa justamente de esto.
Si nuestras oraciones no están siendo respondidas, busquemos en nuestra conciencia y veamos si no hay alguna circunstancia vieja por allí que nos haga mantenernos resentidos. Busquemos y veamos si en realidad no estamos cultivando una inquina contra algún individuo o grupo de personas. Si éste es el caso, entonces tienes un acto de perdón que llevar a cabo y, cuando lo hayas hecho, probablemente harás tu demostración. Si al presente no puedes perdonar, tu demostración no ocurrirá hasta que puedas hacerlo, e igualmente tendrás que posponer la conclusión de tu enunciado del Padre Nuestro.
NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN: cuanto más oras, tanto más sensible te pones, y tanto más poderosas son tus oraciones. Pero también te haces susceptible a formas de tentación que simplemente no acosan a los que están en una etapa más temprana. Tentaciones sutiles y poderosas están a la espera; tentaciones de trabajar por la gloria propia, por honores personales y distinciones; tentaciones de permitir que las preferencias personales se impongan a la imparcialidad. Más allá y por encima de todas las otras tentaciones está el pecado mortal del orgullo espiritual. Muchos de los que han superado las otras pruebas, se han resbalado ante una condición de vanagloria de la virtud propia que se ha precipitado como una cortina de acero entre ellos y Dios.
Ahora, algunas almas menos experimentadas, ansiosas de progreso rápido, han deseado precipitadamente ser sometidas inmediatamente a toda clase de pruebas, y hasta han buscado a su alrededor dificultades que superar. Olvidándose de la advertencia del Señor, “No tentarás al Señor, tu Dios” (Mateo 4:7), virtualmente le han desafiado a que les dé dificultades. Y así, Jesús incluyó esta cláusula, en la que oramos para que no tengamos que hacerle frente a nada que sea demasiado para nosotros en el nivel actual de nuestro entendimiento.
Por Emmet Fox