En cada persona decente, educada y con modales, todo en su vida tiene su momento, como el de comer, meditar, trabajar, descansar y muchas otras cosas más. Estos momentos no pueden mezclarse, ni confundirse con otras actividades. Claro, hay personas desordenadas y sin educación que no viven así, y no tienen orden en este sentido.
El asunto está en que antes, con los teléfonos fijos, obligaba a las personas ordenadamente a comunicarse telefónicamente de forma adecuada, en uno o varios momentos del día dedicados exclusivamente a ello, fuera esto en el hogar o en el trabajo. Con la invención de los teléfonos inalámbricos o celulares, algunas personas, que no tienen orden o educación en este sentido, se ponen a hablar por los teléfonos inalámbricos a la hora de comer con los demás, estar con la familia, de visita o acompañados de alguien y ocasionan verdaderos caos en las “Rectas Relaciones Humanas”, produciendo problemas que a veces son graves. De esta forma muchas personas caen en la adicción a estos aparatos y como toda adicción, el que la sufre no se percata de ello, no se reconoce ser adicta al celular, no lo ven como enfermedad y no se les puede decir nada al respecto porque se ofenden y se defienden ferozmente de no poseerla, como se escuda el alcohólico, el drogadicto o el fumador en su adicción y están necesitados de ayuda psicológica.
La enfermedad de una persona adicta el teléfono celular se llamada “telefonitis” y generalmente la sufren personas de soledad, bien puede ser oculta o declarada; ansiedades insatisfechas; necesidad de aceptación; problemas de comunicación en asuntos específicos; deseos de sentir vivencias intensas; mantenerse continuamente en contacto con otras personas; depresión; problemas familiares; necesidad de pareja, conflictos con ellas o con las relaciones interpersonales, ya que a través de este aparato es más fácil comunicarse, ser aceptado o llenar un vacío.
Cuando se está en relación o se trabaja con un adicto a la “telefonitis”, hay que estar preparado e informado de la adicción, porque no se le puede abordar de forma fácil, ya que ellos tienen sus mecanismos de defensa y no se puede limitar la terapia exclusivamente a la adicción, sino a descubrir qué se esconde detrás de esta y las causas que han llevado a la persona a ello.
La persona adicta a la “telefonitis” es aquella con un comportamiento obsesivo con este aparato que afecta su entorno personal, laboral y afectivo; donde la persona es capaz de dejarlo todo a cambio de mantener su adicción al celular, sin importarle lo que tenga que abandonar o perder y esto lleva a complicar las relaciones con otras personas; la pérdida de amistades y trabajos; ruptura de parejas, aislamiento de los demás y soledad; comportamiento alterado de los estados de ánimo, ser compulsivo, problemas de comunicación; lleva a mentir con tal de tener un móvil o que no se le condene su excesivo uso. La adicción a la “telefonitis” es capaz de anular todo el control del entorno como personas. Y lo que es más grave, la “telefonitis” puede connotar el inminente peligro de hacer contactos no demasiado buenos como quedar con desconocidos, que pueden traer consecuencias negativas. Esto último es muy terrible, ya que por los teléfonos inalámbricos conectados a internet hay redes para contactos sexuales y personas sin conocerse hacen citas a ciegas y en un alto porcentaje, más de lo imaginado, corren peligro de ser abusados y lo que es peor, pueden ser asesinados por enfermos sexuales escondidos detrás de estas redes. En este punto, solo basta consultar las elevadas estadísticas de víctimas mortales por contactos fortuitos por las redes sociales.
Todo en la vida se educa y es permeable a ponerse en orden divino. El uso del teléfono celular tiene su momento, como todo en la vida, y puede ser en el trabajo para asuntos laborales o cuando no se está con ninguna amistad, pareja, familiar y se puede dedicar el tiempo a esto. Por supuesto, de forma lógica y racional, una llamada de emergencia, un asunto inminente que resolver, el coordinar un encuentro perentorio, puede ser una llamada de segundos que cualquiera la hace o la recibe y esto no es “telefonitis” ni adicción a nada que pueda alterar el orden psicológico, social o afectivo de alguien. Y si hay necesidad de atender una llamada por el celular de algo grave y de larga cuantía, cuando se está con otras personas; con pedir permiso y apartarse el tiempo requerido para resolver el asunto basta, pero esto no es a cada momento. Así, de esta manera, podremos seguir conviviendo cada vez de mejor manera con el entorno y en “Rectas Relaciones Humanas”.
(Extracto del libro "Procedamos Adecuadamente")
Por Rubén Cedeño