Rubén Cedeño
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Cristo de la Humildad-Rubén Cedeño

“El Cristo de la Humildad” de José Antonio Hernández Navarro, la tengo como una de mis más bellas fotos de Jesús y dentro de la selección de imágenes que utilizo en las conferencias para ilustrar lo que es la ausencia de “yo personal”. Esa imagen me enamora, hace surgir dentro de mi un sentimiento de despojo de la personalidad como ninguna otra imagen en el mundo.

Sin saber la ubicación de “El Cristo de la Humildad” y observando el entorno de la foto, deduje que debía estar en España y me dedique a buscar en qué ciudad estaría. ¡Oh dichosa ventura! causalmente estaba en la ciudad donde me encontraba, se hallaba en la Iglesia Conventual de Santa Isabel de Hungría de Valladolid, hoy en día en manos de Hermanas Clarisas. En fugaz alborozo dirigí mis pasos hasta allá, a ver uno de mis más recientes motivos de meditación y por qué no decir, casi de veneración.

Entré con mucho respeto a la pequeña iglesia de estilo gótico palentino del siglo XVI. Me encontraba expectante a la sorpresa que me llevaría al producirse el encuentro de mi ser con semejante obra. Y allí, solo, mudo, quieto, casi a obscuras, del lado izquierdo de la única nave del modesto templo, exponiendo sus virtudes silenciosas a quien lo quisiera ver, estaba la imponente y divina talla neo-barroca de madera discretamente policromada de un Jesús alto y humilde, hermoso y rendido.

Todos los epítetos, imágenes poéticas, que se me puedan ocurrir ante la belleza indescriptible de “El Cristo de la Humildad” se quedarían inexpresivas ante tanta magnanimidad.

Es que después de ver por toda la Europa y el medio oriente cristiano las más elogiadas imágenes de Jesús, solo me lo puedo imaginar con la cara de “El Cristo de la Humildad”.  Sin haber conocido a Jesús, si me mostraran varios de sus rostros tallados y pintados para decidir cómo sería su real semblante, si dentro de ellos estuviera “El Cristo de la Humildad”, sin titubear lo escogería.

El Cristo de la Humildad tiene la prefecta postura que invita a la humildad a quien lo contempla y por eso tengo sus fotos y quise venir a contemplar su original, a ver si algún día este preciado don espiritual puede revelarse en mi. Desvalido de apegos, vestiduras y desnudo, este Jesús está entregándose sin reservas a la “Voluntad de Dios”, diciendo a mudas en su lenguaje corporal: “Aquí estoy Dios mío, haz de mi lo que quieras”. Esto es algo que a todos nos hace falta saber decir y esta imagen nos lo enseña. Me mueve profundamente su hermoso rostro, esa mirada, doliente, perdida en un punto difuso en lo bajo de ese piso, donde solo el verdaderamente humilde se postra sin orgullo, despojado de altivez, incluso de aquel posible envanecimiento que puede asaltar en alguien como Jesús al considerarse “El Hijo de Dios”. Es que hasta considerar esa herencia divina hay que despojarse cuando se es auténticamente manso de corazón. Este Jesús me invita a ser nada, a agachar la cabeza ante las acusaciones, adversidades y desavenencias, entregándole todo a Dios para que resuelva, dirija, haga.

En “El Cristo de la Humildad” hay que admirar como nos invita a la rendición con la naturalidad y sencillez que tienen su brazos caídos y relajados a los lados de su cuerpo. Cuanta sumisión describe el detalle del mechón de su largo cabello, que cae dócilmente en su hombro izquierdo, haciendo profundizar su serena actitud. Esa faz sosegada sin el agite del momento previo a una flagelación, forma parte de un cuerpo desnudo, discreta y hermosamente atlético, donde para nada es válido el orgullo de las llamativas musculaturas que anabólicos deformantes tienen algunos cuerpos falseados de algunos jóvenes de hoy.

Hay que dejar que en silencio nos embelese esa imagen de Jesús, permitiendo que nos penetre su serenidad y despierte en nosotros la imperturbabilidad espiritual, al contemplar con los ojos y el corazón del Alma, tanta simpleza, suprema dulzura, y abnegado amor.

El Cristo de la Humildad me invita, a que si hubiese un desajuste del tiempo presente, a irme a ese pretérito histórico que vivió Jesús en su pasión, y arrebatarlo de un sobresalto de las garras del sanedrín, de Pilatos y de los soldados que inmisericordes lo torturaron. Y al abrigo de mis brazos protegerlo con la más férrea de mis fierezas y luego teniéndolo a salvo de los martirizadores, acariciarlo con lo más afable de mi más tierno amor y decirle: “Mi Jesús, mi dulce Cristo quédate conmigo para tenerte a salvo del mal del mundo”. Pero volviendo al presente tengo que decir: Perdóname “Cristo de la Humildad” este insubstancial orgullo, que al contemplar tu excelsa belleza y sencillez, me exacerba mi vanidad, ya que estas palabras de abrigo a las iniquidades del mundo más te valen a ti como Cristo y Salvador, hacerlas valer sobre mi.

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Rubén Cedeño junto al Cristo de la Humildad

(Valladolid, 11.10.2012)

Por Rubén Cedeño

Grupo Metafísico de Madrid

Desde la Sede Central del Grupo Metafísico de Madrid Europa tengo el placer de darles la bienvenida a todos los que visitais esta puerta a las enseñanzas de los Maestros Ascendidos, de la edad dorada de su majestad Saint Germain y a la magistral exposición de su discípula directa, nuestra Amada Conny Méndez, cuyo legado recibimos de la mano de nuestro amigo Rubén Cedeño, para cuyo agradecimiento por su Amor, Instrucción y Amistad no conoce límites.

Aprovecho esta oportunidad para dar las gracias públicamente también a las personas que componen el grupo interno que tengo el privilegio de dirigir, sin cuyo amor, buen hacer y apoyo incondicional, no podría realizar la tarea que libremente elegí en su momento, así como a todos los colaboradores que contribuyen con las conferencias e instrucciones día a día, fieles a su linea discipular y a su conciencia. 

Si en algo contribuye esta página, a la expansión de la luz, aunque sea de una persona, nos daremos por satisfechos.

por Domingo Laut Rodríguez