Valladolid 21.10.10
Estaba pasando días terribles. Sufría mucho, estaba tenso, desesperanzado, con las alas del corazón caídas. Junto a esto había terminado un periodo de más de un mes sin dar conferencias y para más colmo se me habían desaparecido totalmente los deseos de escribir y revisar libros para las ediciones de las editoriales. Era la aridez del Alma. Pasaba las mañanas mirando los techos y paredes de donde dormía sin tener una palabra en mi mente para escribir, solo contestaba las cartas que el conflicto antes mencionado merecía que se hicieran.
Llegando a Valladolid en este estado de cosas me propusieron entregarle el “Manto del Arcángel Zadkiel” a una estudiante. Al averiguar la hechura de dicho manto, me informaron que había sido hecho por Sor Fe del convento de las “Carmelitas Descalzas” que había fundado Santa Teresa de Ávila en el año de 1568. Debido a mi fuerte devoción teresiana me sentí motivado en contactarlas. Un manto hecho por manos tan santas tenia mejor vibración, pureza, que el elaborado por cualquier costurera. La celada que habitó Santa Teresa en dicho convento y el original manuscrito de Santa Teresa de “Camino de Perfección”, estaban dentro de la clausura, imposible de visitar, solo se podía acceder allí con un permiso del obispo. Así fue que la que iba a recibir el Manto de Zadkiel se movilizó con el Obispo para que lo pudiera visitar. Casi simultáneamente mientras esto sucedía, estando mi persona en la habitación que habitaba, por primera vez después de vastos días de esterilidad, se comenzaban a discurrir mis dedos en el ordenador, con el regalo inapreciable de la inspiración de un nuevo libro conteniendo algunos de los escritos que había hecho a mis estudiantes en conflictos. Así surgió esta obra titulada ¡Magníficat!.
Dios aprieta pero no ahoga, después de tantos pesares, era como si la mano de Dios se deslizara suave e imperceptiblemente sobre mi cabeza y hombros acariciándome y dándome una palmadita de aliento para seguir adelante. Dios me regalaba un libro más, esta vez con algo muy importante para mí. Mientras esto sucedía me concedían el permiso, para por primera vez en la vida hacer algo casi imposible para el resto de los humanos, visitar un convento de clausura de “Carmelitas Descalzas”. Pero este no era un convento más, nada más ni nada menos había sido fundado personalmente por Santa Teresa de Ávila. Me sitia que estas palabras del ¡Magníficat! se hacían en mí una realidad: “Ha derribado a los poderosos de sus tronos, y ha levantado a los humildes. Ha colmado de bienes a los hambrientos, y ha enviado a los ricos con las manos vacías. Ha recibido a su siervo Israel acordándose de su misericordia”.
Madonna del Magníficat. Boticelli
Después de haber contactado a las monjas por el torno, de inmediato abrieron de par en par las puertas del convento. Lamentablemente a los que me acompañaban, incluso quien había gestionado el permiso y mandado a confeccionar el manto, no los dejaron pasar. Antes de poner pie en el convento tomé acto de conciencia del hecho trascendental y agradeciéndolo en voz alta penetré en tan sagrado recinto.
Tres hermanas me recibieron, entre ellas la Madre Superiora. Los espacios grandes, la apariencia austera, el estilo castellano, los pisos de ladrillo de tierra cocida, las paredes blancas. Todo impecablemente limpio, ordenado, bello, sin nada que faltara, sin cosas que sobraran. Con respeto y modoso avancé por el claustro. De repente apareció una inmensa ventana con un escrito en la pared haciendo alusión a un suceso con Santa Teresa. La Santa estando en su celda, llegó la hora de un servicio comunitario y como la hermana encargada se retrasó en hacer el llamado, la Santa sacó la cabeza por la ventana y dijo en alta voz: ¿SI VIVIENDO YO, SE HACE ESTO, QUÉ SERÁ DESPUÉS DE MUERTA? Estas palabras estaban en la pared del convento inscritas, antecedidas por esta corta leyenda ASIÉNDOSE A ESTA REJA, NUESTRA SANTA MADRE EN UNA OCASIÓN QUE NO TAÑÓ CON PUNTUALIDAD LA CAMPANA, DIJO CON SEVERIDAD.
Avancé siguiendo a la Madre Superiora subiendo una escalera y allí, frente a mí se abrió amplia, blanca, aireada, y pulcra la celda de Santa Teresa. Más respeto y sumisión se apoderó de mí. Al fondo un mueble de madera grande guarda como gigantesco relicario la cama de la Santa y sobre él un Jesús en la postura del sepulcro. Me dijo la Madre Superiora que a veces daba perfumes. Me arrodillé, le adosé mi frente al humilde camastro y el perfume se hizo presente, me inundó el alma, como salutífero bálsamo a los sufrimientos y arideces que había padecido días antes. Vi a mi alrededor en esas reverendas monjas años de vida en “Retiro y Silencio” la humildad de las esclavas del Señor, el regocijo en Dios, la Magnificencia de las Almas, las maravillas que hace el Señor. Eran parte viviente del ¡Magníficat! que escribía. Mi mente que estaba árida de contenidos que plasmar en algún escrito, ahora le corrían como cascadas de abundante agua fresca, palabras para el libro. En ese momento era protagonista del ¡Magníficat!, era ese hambriento a quien había Dios colmado de bienes como dice el texto de la Madre María.
Celda de Santa Teresa
Así como el ¡Magníficat! es una oración surgida en la “Visitación” de María a su prima Santa Isabel, vivía mi propia visitación en el interior de este convento de clausura. Por una ventana vi el frondoso árbol del Moral que hacia siglos había sembrado la Santa con sus propias manos. Como un prodigioso regalo una de las monjas me trajo de obsequio unas ramas de él. Como especial colofón a la “Visitación”, de un cofre muy bien guardado las madres sacaron el original manuscrito de Santa Teresa de “Camino de Perfección”. Lo tuve entre mis manos, respetuosamente, lo ojeé, lo llevé a la altura de mi frente y así lo mantuve por largo rato, capturándole su bendición. Por Principio de Correspondencia es el texto de Santa Teresa que me corresponde a raíz de lo que había vivido y estaba viviendo. A propósito de lo que había vivido, le pregunté a la Madre Superiora ¿Cómo hace para dirigir tantas almas dentro del convento, le es muy difícil? Y ella me contestó: “No, porque no lo hago yo, lo hace Dios y la Santa Madre”, refiriéndose a Santa Teresa. Ella me contestó lo mismo que le digo a los que dirigen grupos: “No hagas nada que Dios lo hará por ti”. Para finalizar la visita me dejaron la llave para que viera las reliquias de Santa Teresa y San Juan de la Cruz que guardaban en un escaparate encofrado en una pared de la entrada al convento.
Manuscrito Original de "Camino de Perfección" de Santa Teresa
Posteriormente por el locutorio vi por última vez a la Madre Superiora que se despedía de mi diciéndome: “Me voy porque hoy me toca cocinar”. ¿Cómo, la Madre Superiora tiene que cocinar? Sí, me contesté a mí mismo y compartí con todos en voz alta: Madre va a hacer como dijo Jesús: “El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo”. Esto es lo que hay que hacer y no salir por las Web y públicamente reclamando derechos, cantar servicios y favores prestados, amenazar gente con demandas judiciales y después decir que se está con las enseñanzas de los maestros. Esto fue la Visitación.
Rubén Cedeño con rama del moral sembrado por Santa Teresa
Por Rubén Cedeño